Durante los últimos años, un mayor número de mujeres se ha incorporado en la vida económica del país. Sin embargo, estar alejadas de esquemas formales limita su desarrollo.

Sin duda, uno de los factores que provocaría un crecimiento económico relevante sería el incremento de la participación femenina en la vida económica formal del país. Existen algunas cifras al respecto: el Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco), en una investigación que realizó este año, con motivo del Día Internacional de la Mujer, deja claro que, para 2030, el Producto Interno Bruto (PIB) de México podría ser 15% mayor que el de 2020, si se suman 8.2 millones de mujeres a la economía.
Ahora, de acuerdo con datos de la “Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo”, en febrero de 2023, la tasa de participación laboral de los hombres fue de 76.5%, y la de las mujeres, 45.7%. En este aspecto, según el documento, la participación de los hombres se incrementó 0.5% y la de mujeres, 2.2% respecto al año anterior . ¿Buena noticia? Quizá.
Es importante no soslayar que 55.5% de la población ocupada labora en la informalidad. Un 54.9% de los hombres y un 56.4% de las mujeres se encuentran en este grupo. Recordemos que estas cifras corresponden a febrero de 2023. Si observamos los resultados de febrero de 2022, encontramos un dato interesante: en aquel momento, la población ocupada en la informalidad era de 54.6%, 55.2% de los hombres y 53.7% de las mujeres. Como puede verse, la proporción de mujeres trabajando en la informalidad se incrementó 2.7 puntos porcentuales.
La libertad financiera femenina implica múltiples beneficios. Según un documento de ONU Mujeres, ésta contribuye directamente a la igualdad de género, a la erradicación de la pobreza y al crecimiento económico inclusivo. Sin embargo, cuando ésta se da bajo un esquema de informalidad, por supuesto que existe generación de ingresos, pero sin acceso a múltiples beneficios, como seguridad social, prestaciones, algunos servicios de salud, subsidios, y otros, según el organismo. Este escenario supone múltiples desventajas para las mujeres; una de ellas, mayor incertidumbre.
México está viviendo un momento importante: cientos de empresas podrían llegar al territorio con la intención de relocalizar sus cadenas productivas. No podemos negar que, durante los últimos años, la participación del talento femenino ha ido en aumento; incluso en industrias que tradicionalmente habían estado dominadas por hombres. Esto es evidente, por ejemplo, en el sector minero. Según datos de la Cámara Minera de México (Camimex), en el año 2020, 57,826 mujeres trabajaban en esta industria. En el sector automotriz, según el estudio “Women at the Wheel 2020”, de Deloitte, 24% de los colaboradores (vehículos de motor y autopartes) son mujeres. En esta industria, además, hay cada vez más mujeres en posiciones de liderazgo. Otra industria que tiene un número creciente de colaboradoras es la de la construcción. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 2021, la participación de las mujeres en empresas constructoras fue de 11.8%. Aunque en todos los casos las mujeres han ganado terreno paulatinamente, todavía existen condiciones que continúan jugando en contra y que frenan el desarrollo profesional de las mujeres.
Algunos de éstos son la “inexplicable” existencia de la brecha salarial. De acuerdo con información publicada por la Secretaría de Trabajo y Fomento al Empleo, del Gobierno de la Ciudad de México, a nivel nacional la brecha salarial es de 23.6%. Esto es, por cada 100 pesos que percibe un hombre en México, una mujer gana 76.4 pesos… ¡por realizar el mismo trabajo! Ante este escenario es absolutamente inaceptable que una empresa u organización se jacte de haber reducido su brecha laboral, cuando esta, definitivamente, debería no existir.
