En México, el Día de Muertos es una tradición que une a familias y amigos en torno a los altares y ofrendas para recordar a quienes ya no están. Sin embargo, una antigua leyenda advierte sobre las consecuencias de olvidar esta práctica. La historia ha conmovido a generaciones, recordando la importancia de mantener viva esta tradición.

La leyenda relata que, en vísperas de esta celebración, un hombre llamado Felipe, originario de Tlaxcala, decidió ignorar la tradición del altar de muertos, desestimando las súplicas de su esposa, Hortensia. Mientras sus vecinos adornaban sus hogares, él se burlaba de la festividad y se negaba a colaborar en la preparación de la ofrenda. Finalmente, Hortensia reunió apenas lo suficiente para encender algunas velas.

La noche del 31 de octubre, Felipe, incrédulo y algo ebrio, vio a una multitud de espíritus camino al pueblo; entre ellos, reconoció a sus propios padres fallecidos, pero ellos caminaban con semblante triste y solo llevaban un trozo de carbón, mientras otros llevaban alimentos y ofrendas. Al comprender su error, Felipe intentó en vano reparar su olvido y darles una ofrenda.

Al amanecer, los habitantes del pueblo encontraron el cuerpo de Felipe en el monte, con un rostro que mostraba dolor y arrepentimiento, sosteniendo el itacate que nunca llegó a sus padres.

Esta leyenda advierte sobre la importancia de honrar a los difuntos cada año, recordando que el Día de Muertos es el único momento en el que pueden regresar al mundo de los vivos para estar con sus seres queridos.