Desde su consolidación en los años 90 como una de las actrices mejor pagadas de Hollywood, Nicole Kidman ha destacado no solo por su físico y carisma, sino por su ambición de crear un camino propio en el mundo del cine. Hija de un psicólogo y una enfermera, ha llegado al punto en su carrera donde elige sus proyectos no por su potencial comercial, sino por los desafíos que representan.

En su más reciente película, Baby Girl: Deseo Prohibido, dirigida por Halina Reijn, Kidman interpreta a Romy, una ejecutiva que inicia una intensa relación con Samuel, un pasante mucho más joven, encarnado por Harris Dickinson. La historia aborda temas como los prejuicios relacionados con la edad, los estándares de belleza, los riesgos y el poder en las relaciones.

Nicole expresó su profunda conexión con el personaje: “Sentí que podía perderme en ella. Era un papel que requería un abandono total, y confié plenamente en la directora para explorar este camino”. La trama, ya elogiada por la crítica, refleja la valentía y libertad de la australiana al abordar temas como el matrimonio, el trabajo, y los deseos personales.

A sus 57 años, Nicole sigue desafiando límites y explorando nuevas facetas como actriz. Su carrera incluye roles variados, desde bruja hasta psicóloga y superheroína, trabajando con renombrados directores como Stanley Kubrick, Lars Von Trier y Baz Luhrmann. Kidman compartió que ahora ve sus propias películas como una forma de crecimiento artístico, algo que antes evitaba.

La película, además de su enfoque en el empoderamiento femenino, destaca la importancia de aceptar todas las facetas de uno mismo. Según Nicole, esta exploración sin prejuicios fue posible gracias al ambiente seguro creado por la directora. “Mi vida es un experimento constante; quiero aprender, cambiar y descubrir”, comentó en una entrevista.

Con Baby Girl: Deseo Prohibido, Kidman reafirma su lugar en el cine como una artista capaz de desafiar convencionalismos y explorar los aspectos más complejos del ser humano.